A veces,
como todo chiflado de mente que se precie,
ser que siente o quiera ser lo,
me pregunto si aquel escalofrío
que mañana, tarde y Lunas
invade mi corazón y lo congela poco a poco,
es debido al último recuerdo maniatado
de esos labios húmedos que tanto anhelaba,
de esa mirada perdida allá, a lo lejos, en la nada,
de tus manos frías y patosas, en las cuales todo resbalaba,
de tiernos arrumacos inocentes.
De inocente a culpable,
culpable de ti, de mi mayor pecado.
Y sigo enganchado al perfume de tu pelo,
al sonido de tu nombre,
al temerte recordar.
Mas no hallo culpa en mirarte una vez más,
en cuidar tu pedestal en la alta cumbre
del deseo al trasnochar,
atrever me a llamarte y no colgar,
susurrar te unos lindos versos al oído,
que aunque yo se lo prohiba, huyen contigo,
Me pregunto si ese recuerdo libertario
hace tiempo que se ha rendido
y ha preferido aceptar
que es imposible el olvido.
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