La noche no es más que el día,
que en la triste soledad del silencio,
y vestida de luto
llora la muerte del Sol.
Llora, sí, llora,
se reserva para ella toda pena,
acobardada, en trance de susto,
aguanta el llanto, se desespera.
Pero no puede, no.
No puede, y
cubre de lágrimas su rostro,
lágrimas de cristal,
que desprenden un halo de luz,
luz, a la que miro cuando me faltas.
Y la Luna, mi lágrima preferida,
va de camino al suicidio,
noto como poco a poco se apaga,
y desaparece cenicienta por el horizonte.
Y se derrumba,
el alma se le cae a los pies,
y el cielo torna negro,
ha cerrado sus lindos ojos...
hasta el próximo anochecer.
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