II
No paraba de mirar lo de
más allá del horizonte
que dibujaba el marco de la
en par en par abierta ventana:
La cenicienta víspera vespertina
que guarda a su antojo
los efímeros carteles con el
nombre de las calles entre sombras,
asimismo con los parques infantiles,
los primeros carritos de helados
y las primeras minifaldas.
Lindo tiempo decía.
Ocupando la deshabitada alcoba
el árbol con sus ramas ya con flores,
el último rayo de sol empujado
por el viento en verlas consentiría.
Apreciar la huida de la estrella
y cómo otras muchas, más lejanas,
intentan dar caza al astro fugitivo,
remembrado la anodina mañana.
Sí, estaba ella sola en la alcoba,
y yo, pero yo no estaba.
Lindo tiempo decía...
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